6 jun 2011

Sol de Medianoche: Cap. 5 - Las Invitaciones

La Secundaria. Ya no era un purgatorio. Ahora era el mismísimo infierno. Tormento y fuego… si, tenía ambos.

Ahora, estaba haciendo todo correctamente. Cada punto en la “i”, cada “t” cruzada. Nadie podía quejarse que yo no afrontara mis responsabilidades.

Complací a Esme y protegí a los otros. Cada día iba a clases e interpretaba el papel de ser humano, cada día escuchaba cuidadosamente por alguna noticia nueva de los Cullens –y nunca hubo nada nuevo–. La chica no dijo nada acerca de sus suposiciones. Solo repetía la misma historia una y otra vez –que yo estaba junto a ella y la puse fuera del camino de la Van– hasta que sus impacientes escuchas se aburrieron y dejaron de buscar más detalles. No existía peligro. Mi manera de actuar precipitada, no había herido a nadie.

Excepto a mi mismo.

Estaba determinado a cambiar el futuro. No era una tarea fácil para una sola persona, pero no existía otra opción con la cual vivir.

Alice dijo que yo no era lo suficientemente fuerte para alejarme de la chica. Le probaré que estaba equivocada.



Pensé que el primer día sería el más difícil. Al final, estaba seguro que ese era el caso, pero también estaba equivocado.

Sabía que heriría a la chica. Me conformé con el hecho de saber que su dolor no sería más que un pinchazo –un pequeño aguijonazo de rechazo– comparado con mi dolor. Bella era humana, y ella sabía que yo era algo más, algo equivocado, algo aterrador.

Ella debió estar más aliviada que preocupada en el momento que giré mi rostro lejos de ella y pretendía que no existía.

“Hola Edward” me saludó cuando estábamos en biología. Su voz sonaba complacida, amistosa, un giro de 180º desde la última vez que hablamos.

¿Porque? ¿Que significaba el cambio? ¿Ella lo había olvidado? ¿Había decidido que había imaginado todo el episodio? …¿Me había perdonado por no haber cumplido mi promesa de contarle la verdad?.

Las preguntas me quemaban como la sed que me atacaba cada vez que respiraba.

Solo ocupaba un instante para ver en sus ojos. Solo para observar si podía leer las respuestas ahí…

No. No me podía permitir algo así. No si iba a cambiar el futuro.

Moví mi barbilla una pulgada en su dirección, sin dejar de mirar el frente de la clase. Cabeceé una vez y moví mi cara.

Ella no me volvió a hablar de nuevo. Esa tarde, apenas acabaron las clases, dejé de interpretar al humano, corrí hasta Seattle, como había hecho ayer. Parecía que podía manejar el dolor levemente mejor si volaba sobre los campos y así, todo se convertía en un borroso color verde.

Esa carrera se había convertido en un hábito diario.

¿La amaba? No lo creo. No todavía. Las visiones de Alice, de ese impreciso futuro se habían grabado en mí, y lo peor, es que podía ver cuan fácil era poder enamorarse de Bella. Era exactamente como caer: no requería esfuerzo alguno. No permitirme amarla era lo opuesto a caer –como evitar caerse en un acantilado, con algo más que solo fuerza humana–.



Más de un mes había pasado, y cada día era aún más difícil. No tenía ningún sentido para mí –seguía esperando superar este dolor, hacerlo más llevadero. Seguro que a esto se refería Alice cuando predijo que yo no podía estar lejos de la chica. Ella había visto todos los tipos de dolor por los que yo pasaría. Pero no contó con que yo podía vivir con el dolor.

Yo no destruiría el futuro de Bella. Si estaba destinada a amarla, ¿entonces… evadirla era lo mejor que podía hacer?

Evadirla estaba al límite de mis capacidades. No podía pretender ignorarla y no mirarla en absoluto. No podía pretender que ella no me interesaba. Pero era una mentira, solo fingir, no la realidad.

Todavía seguía pendiente de cada respiro suyo, de cada palabra dicha.

Entonces, dividí mis tormentos en cuatro categorías:

Las primeras dos eran familiares, su esencia y su silencio. Visto de otro modo –para tomar mi parte de la responsabilidad– mi sed y mi curiosidad.

La tercera, era la primordial de mis tormentos. Mi nuevo hábito de no respirar en clase de biología. Por supuesto siempre había excepciones –cuando tenía que contestar alguna pregunta o cuando tenía que respirar para hablar. Cada vez que probaba el aire cerca de la chica, era como el primer día –fuego, necesidad y una violencia brutal desesperada por actuar. Era difícil aferrarse a la razón para resistir esos momentos. Y justo como el primer día, el monstruo en mí podía roer la superficie, tan cerca de salir…

Y la curiosidad, que era el más constante de mis tormentos. La eterna pregunta no salía de mi cabeza: ¿Qué está pensando ella ahora?. Cuando escuchaba cada pequeño suspiro. Cuando ella jugaba ausente con su cabello a través de sus dedos. Cuando tiraba sus libros con un poco más de fuerza que la usual. Cuando llegaba tarde a clase. Cuando movía impaciente su pie contra el piso. Cada movimiento captado con mi visión perimetral era un misterio para mí. Cuando le hablaba a otros estudiantes humanos, analizaba cada tono en sus palabras. ¿Ella les hablaba sinceramente o se reservaba algún comentario? A menudo me parecía que ella les decía a su audiencia, lo que esperaban y eso me hacía recordar a mi familia y nuestro constante vivir en mentiras –y éramos mejor que ella mintiendo. A menos que estuviera equivocado con ella y solo estuviera imaginando cosas. ¿Por qué tenía ella que interpretar un rol? Ella era igual a ellos, solamente una adolescente humana.



Mike Newton era el más sorprendente de mis tormentos. ¿Quién habría imaginado que semejante genérico y aburrido mortal podría ser tan fastidioso?. Para ser justos, debería sentir un poco de gratitud hacia el molesto chico más que con los otros, él mantenía a la chica hablando. Aprendí mucho de ella en estas conversaciones­­ –todavía estaba completando mi lista– pero contrariamente la asistencia de Mike en mi proyecto solo agravaba las cosas. No quería que fuera Mike quien guardaba los secretos de la chica. Yo quería hacerlo.

Ayudó un poco que él no notara los pequeños detalles, sus pequeños resbalones. Él no sabía nada acerca de ella. Él creó una Bella en su cabeza que no existía –una chica tan genérica como él mismo. Él nunca observó el desinterés y la valentía que la separaban del resto de los humanos, nunca escuchaba la anormal madurez de sus palabras. Él no percibía que cuando ella hablaba de su madre, era como si hablara de una niña y no de lo usual –amor, indulgencia, un poco de diversión y protección. Él no escuchaba la paciencia en su voz cuando tenía que fingir interés en sus historias y nunca imaginó la amabilidad tras esa paciencia.

Por medio de las conversaciones con Mike, era capaz de añadir la más importante de sus características a mi lista, la más reveladora de todas, tan simple como rara. Bella erabuena. Todas las otras características eran agregadas –amable, desinteresada, adorable y valiente– al hecho de que ella era una chica buena.

Este provechoso descubrimiento no hizo que me encariñara con el chico en absoluto. La manera posesiva de cómo él miraba a Bella ­–como si ella fuera una adquisición la cual ganar– me provocaba casi tanto como las vívidas fantasías con ella. Él se estaba convirtiendo en su confidente, con el tiempo, parecía que ella lo prefería por sobre quien él consideraba sus rivales: Tyler Crowley, Eric Yorkie, e incluso, esporádicamente, yo mismo. Él se sentaba enfrente de nuestra mesa en Biología y antes que la clase empezara, charlaba con ella, disfrutando de sus sonrisas. (Sonrisas solo de cortesía, me recordaba a mí mismo). Al mismo tiempo me imaginaba empujándolo a través de la clase y estrellándolo contra la pared más lejana… probablemente eso no lo dañaría de una manera fatal…

Mike no pensaba en mí como rival. Después del accidente, él se preocupó por el hecho que Bella y yo nos hubiéramos enlazado de alguna manera gracias a el, pero, obviamente, lo opuesto sucedió. Él todavía se preocupaba que yo hubiera escogido a Bella como mi objeto de atención. Pero ahora que la ignoraba como a las demás chicas, él estaba complacido.

¿Qué pensaba ella ahora?, ¿acaso ella correspondía sus atenciones?



Y finalmente, el último de mis tormentos, el más doloroso: la indiferencia de Bella. Como yo la ignoraba, ella me ignoraba. Nunca trató de hablarme de nuevo. Por lo que sabía, ella no pensaba en mí en absoluto.

Eso me estaba volviendo loco –incluso, casi rompe con mi resolución de cambiar el futuro– excepto que a veces ella me miraba fijo, como antes lo hacía. Nunca lo ví por mí mismo, pero Alice siempre me avisaba cuando ella estaba a punto de mirarme; los demás solo estaban preocupados por que tanto sabía la chica.

El dolor se hizo un poco más llevadero por el hecho de que ella me mirara a la distancia. Por supuesto que ella me miraba para adivinar que clase de fenómeno era yo.

“Bella empezará a mirar a Edward en un minuto. Luzcan normales” dijo Alice un martes, en marzo, y los otros fueron cautelosos para apegarse a su papel de humanos; absolutamente desinteresados.

Puse máxima atención en cuan a menudo ella miraba en mi dirección. Me complació saber que la frecuencia de sus miradas no declinaba con el tiempo. No sabía que significaba, pero me hizo sentir mejor.

Alice suspiró. Desearía…

“Mantente apartada, Alice” dije apenas en un susurro “no va a pasar”.

Arrugó la cara. Ella estaba ansiosa de empezar su amistad con Bella. En una manera extraña, ella extrañaba a una chica que no conocía.

Tengo que admitir, eres mejor de lo que pensaba. Estás evadiendo el futuro de una manera insensible de nuevo. Espero que seas feliz.

“Tiene todo el sentido para mí”

Alice resopló delicadamente.

Traté de callarla, estaba demasiado impaciente por seguir con nuestra conversación. Y yo no estaba de humor. Solo Jasper podía sentir mi estrés emanar, con su habilidad única de sentir e influenciar sobre los sentidos de los demás. El no entendía las razones tras mis sensaciones –desde que yo constantemente me había comportado como un tonto, estos últimos días– entonces, él simplemente se desentendía de mí.



Hoy será difícil, más difícil que ayer. Para variar.

Mike Newton, el odioso chiquillo que no me veía a mí como su rival, iba a invitar a Bella a una cita.

El baile donde la chica elegía estaba más cerca que nunca, y él esperaba que Bella lo invitara. El hecho de que no lo hiciera, confundía su autoestima. Ahora él estaba enojado –disfruté su disconfort más de lo que debía– porque Jessica Stanley acababa de invitarlo. No dijo “si”, esperanzado por que Bella lo invitara y así probar su superioridad ante sus rivales, pero él no quería decirle “no” y perderse de una oportunidad para ir al baile. Jessica, herida y adivinando por donde iban los planes de Mike, no dejaba de pensar en sufrimientos para Bella. Y de nuevo, mi instinto me empujaba a interponerme entre los terribles pensamientos de Jessica y Bella. Ahora entendía mejor el instinto, pero no lo hacía mejor el hecho de no poder actuar.

¡Pensar que llegué a algo así! Estaba involucrado en un melodrama estudiantil, en lugar de solo contemplarlo.

Mike estaba nervioso mientras acompañó a Bella a Biología. Escuchaba su debate interno mientras los esperaba. El chico era débil. Había esperado por el baile a propósito, con miedo de fallar ante la posibilidad de que ella no lo escogiera. No quería sentirse vulnerable frente al rechazo, prefirió que ella fuera quien actuara primero.

Cobarde.

Se sentó al frente de nuestra mesa de nuevo. Y yo imaginaba el sonido que haría si su cuerpo fuera golpeado hasta el otro extremo del aula y se rompieran la mayoría de sus huesos.

“Así que” le dijo a la chica, con su mirada en el suelo “Jessica me invitó al baile de primavera”

“Eso es genial” le respondió Bella inmediatamente con entusiasmo. Fue casi imposible no reírme de la cara de Mike. Era la cara que precede a un desmayo “te divertirás mucho con Jessica”.

El se retorció ante la primer respuesta “bueno…” lucía nervioso, su voz temblaba. Luego se compuso “le dije que tenía que pensarlo”

“¿Porque harías algo así?” le demandó. Su tono de voz era de desaprobación y ahí, escondido, también había alivio.

¿Qué significaba eso? Una inesperada e intensa furia hizo que mis manos se cerraran en un puño.

Mike no escuchó el alivio. Su cara estaba tan roja como la sangre –feroz, como repentinamente lo sentí, parecía una invitación– y el chico clavó nuevamente su mirada en el piso.

“me preguntaba si… bueno, si me invitarías tu”

Bella vaciló.

Y en su momento de vacilación vi el futuro con más claridad de la que Alice jamás había visto.

La chica talvez aceptaría la pregunta silente de Mike, o talvez no, pero de alguna manera, algún día, ella le diría si a alguien. Ella era adorable e intrigante, y los hombres humanos no reconocían estos hechos. Cualquiera que ella eligiera de esa muchedumbre de admiradores, o si ella esperaba hasta ser libre fuera de Forks, el día cuando ella diga si llegaría.

Vi su vida a través de mis ojos –universidad, una carrera… amor, matrimonio. La vi junto a su padre, con un hermoso vestido blanco, su rostro sonrojado de alegría mientras caminaba hacia el altar al compás de la marcha de Mendelssohn.

El dolor fue mayor que cualquier otra cosa que haya sentido antes. Un humano tendría que estar al borde de la muerte para sentir ese dolor, y no lo sobreviviría.

Y no solo era dolor, sino una rabia absoluta.

La furia se arqueó contra mi cuerpo. Aunque ese insignificante, estúpido chico no fuera el que Bella escogiera, anhelaba destruir su cráneo con una sola mano y dejarlo como recordatorio a quien se atreviera invitarla en el futuro.

No entendía esta emoción –era una extraña mezcla de ira, rabia, deseo y desesperación. Nunca había sentido algo así, ni siquiera podía nombrarlo.

“Mike, creo que deberías decirle que si” le dijo Bella con su dulce voz.

Las esperanzas de Mike cayeron como el plomo. Lo hubiera disfrutado bajo otras circunstancias, pero estaba afectado por un shock traumático, y lo que la ira y el remordimiento había hecho conmigo.

Alice tenía razón. Yo no era tan fuerte.

En este momento, Alice estaría viendo la vuelta del destino, siendo destrozado nuevamente. ¿Acaso estaría contenta?

“¿ya se lo pediste a alguien?” preguntó Mike de repente. Me echó un vistazo sospechoso, como no le había visto desde hace semanas. Me di cuenta que estaba traicionando mi “desinterés” porque mi cabeza estaba girada en dirección a Bella.

La envidia salvaje en sus pensamientos –envidia contra cualquier chico que Bella prefiriera sobre él– fue la causante de ponerle nombre a mi emoción no clasificada.

Yo estaba celoso.

“No” le dijo la chica con un poco de humor en su voz “no voy a ir al baile en absoluto”

A través del remordimiento y la ira, encontré alivio en sus palabras. Y de repente, era yo quien consideraba a mis rivales.

“¿Por qué no?” su tono fue casi rudo. Me ofendió que usara ese tono con ella. Gruñí un poco.

“Voy a Seattle ese sábado” contestó ella.

Mi curiosidad no había sido tan intensa hasta ese momento –ahora yo estaba totalmente intrigado con cada asunto de ella. Necesitaba conocer cada “donde” y “porque” en esta nueva revelación, cuanto antes mejor.

El tono de Mike cambió a ser casi un ruego “¿no puedes ir otro día?”

“lo siento, pero no” ahora fue Bella un poco ruda “no deberías hacer esperar a Jessica, es descortés”

La preocupación por los sentimientos de Jessica incrementaron las flamas de mis celos. El viaje a Seattle sonaba exactamente como una excusa para decir que no ­–¿lo rechazaría ella por lealtad a su amiga?. Ella era lo suficientemente desinteresada para hacer algo así. ¿Realmente ella deseaba decirle que si a Mike?. O ambas conjeturas estaban equivocadas. ¿Estaba interesada ella en alguien más?

“Si, tienes razón” murmuró Mike, tan desolado que casi siento pena por él. Casi.





Él desvió la vista de la chica, cortando así mi visión de ella a través de sus pensamientos.

No iba a tolerar algo así.

Me volteé lo suficiente para yo mismo poder leer su rostro, por primera vez luego de más de un mes. Era un alivio permitirme hacer esto, era como volver a respirar luego de estar sumergido por mucho tiempo.

Sus ojos estaban cerrados. Sus manos sostenían delicadamente su rostro. Sus hombros no estaban relajados. Apenas movió su cabeza, masajeando sus sienes, como queriendo borrar un recuerdo no grato de su mente.

Frustrante. Fascinante.

El señor Banner la sacó de sus cavilaciones, y sus ojos se abrieron lentamente, y me miró directamente, siguiendo mi mirada. Me miró directo a los ojos, con esa extraña mirada que me ha perseguido desde hace tiempo.

No sentí remordimiento, o culpa o ira en ese segundo. Sabía que esas emociones regresarían, más fuertes que antes, pero en ese preciso momento, me sentía sumamente nervioso. Como si hubiera triunfado, en vez de perdido.

Ella no apartó sus ojos de los míos, talvez por mi inapropiada intensidad que todavía trataba vagamente de leer sus pensamientos a través de sus ojos chocolate. Sus ojos estaban llenos de preguntas, en lugar de respuestas.

Podía ver mi reflejo en sus ojos, y los vi negros de sed. Hacía poco más de dos semanas desde mi último viaje de cacería; este no era el día más seguro. Pero la oscuridad parecía no asustarla. Todavía ella me miraba, y un dulce, suave y devastador tono rosado era adquirido por su piel.

¿Qué estaba pensando ella ahora?

Casi hago la pregunta en voz alta, pero en ese momento el señor Banner me llamó, busqué la respuesta en su mente, mientras le miraba brevemente. Le respondí “El ciclo de Krebs”

La sed se intensificó en mi garganta –ensanchando mis músculos y llenando mi boca con veneno– y cerré mis ojos, tratando de concentrarme en algo más que el deseo por su sangre.

El monstruo era más fuerte que antes. El monstruo se regocijaba y le apostaba al futuro que todavía le daba un 50% de probabilidades de ganar.

La tercera opción de futuro que había tratado de construir, se había desmenuzado –destruido, mayoritariamente, por los celos– mientras la bestia en mí estaba más cerca de anotar una victoria.

El remordimiento y la culpa, quemaban junto con mi sed, y aunque no tengo la habilidad de producir lágrimas, sé que en este momento lo haría.

¿Qué había hecho?

Conociendo que la batalla ya estaba perdida, no existía una sola razón para resistir lo que realmente quería; volví a ver a la chica.

Ella se había escondido en su cortina de cabello, pero pude entrever que sus mejillas ahora eran color carmesí.

Al monstruo le gustó eso.

Ella no vio mi mirada de nuevo, pero jugaba nerviosamente con un mechón de su cabello entre sus dedos. Sus delicados dedos, su cintura frágil –era tan frágil­, que parecía que solo un suspiro mío podía romperla.

No, no, no. Yo no podía hacer algo así. Ella era demasiado delicada, tan buena, tan preciosa, tan ajena a su destino. No podía permitir que mi vida colisionara contra su vida y la destruyera.

Pero tampoco podía estar lejos de ella. Alice tenía razón.

El monstruo silbó con frustración, mientras me inclinaba de un lado a otro, dudando.

Mi breve hora con ella pasó tan rápidamente, mientras seguía vacilando entre mis posibilidades. La campana sonó y ella recogía sus cosas sin mirarme. Esto me decepcionó, pero no podía esperar otra cosa. La manera en como la traté luego del accidente, era inexcusable.



“Bella” le dije incapaz de detenerme. Mi fuerza de voluntad, yacía hecha pedazos.

Ella resopló antes de mirarme; cuando ella se volvió, su expresión era vigilante, desconfiada. Me recordé que ella tenía todo el derecho de no confiar en mí. Y ella debía.

Esperó a que yo continuara, pero yo solo la veía, esperando leer su rostro. Expulsé pequeñas bocanadas de aire, combatiendo mi sed.

“¿que?”, “¿me vuelves a dirigir la palabra?” su voz sonaba al borde del resentimiento y la rabia. Me hizo reír.

No estaba seguro de cómo contestarle ¿le estaba hablando de nuevo en la manera que ella se refería?

No. No si podía evitarlo. Y debería evitarlo.

“No, no realmente” le respondí.

Ella cerró sus ojos, lo cual me frustró. Eso cortaba con mi único acceso a sus sentimientos. Ella respiró larga y tendidamente sin abrir sus ojos. Su quijada estaba cerrada.

Con los ojos aún cerrados, hablo. Estaba seguro que no era una manera normal de conversación. ¿Por qué lo haría?

“¿Qué quieres, Edward?”

El sonido de mi nombre en sus labios, hizo reaccionar extrañamente a mi cuerpo. Si tuviera latido, estaría acelerado.

¿Cómo responderle?

Decidí que con la verdad. Sería lo más sincero que podía con ella. Sabía que no merecía su confianza. Pero haría lo posible por ganármela.



“Lo siento”. Esto era más sincero de lo que ella podía imaginar. Desafortunadamente, solo podía ofrecerle una disculpa trivial. “he sido grosero, lo sé, pero es mejor de esta manera”

Sería mejor para ella si continuara siendo rudo. Pero no se si podría.

Sus ojos se abrieron con expresión cautelosa.

“No sé a qué te refieres”

Traté de esforzarme por ser cauteloso. “es mejor si no somos amigos”. Ella podría entenderme. Ella era brillante. “confía en mí”. Sus ojos se cerraron un poco, y recordé como había usado esas mismas palabras justo antes de romper con mi promesa de contarle la verdad –ella también lo recordó.

“Es una lástima que no lo descubrieras antes” me dijo entre dientes “Te podías haber ahorrado todo ese pesar”. La miré en shock. ¿Qué sabía ella de mis pesares?

“¿pesar?” demandé “¿Por qué pesar?”

“Por no dejar que esa estúpida furgoneta me hiciera puré” casi me gritó.



Me congelé. Estaba atónito.

¿cómo podía ella pensar algo así? Salvarle la vida ha sido la única cosa aceptable que he hecho por ella desde que nos conocimos. La única cosa de la que no tenía vergüenza. La única cosa que había traído felicidad a mi existencia. He luchado por mantenerla viva desde el momento en que capturé su esencia. ¿Cómo podía pensar eso de mi?, ¿cómo se atreve a cuestionarme?

“¿Crees que me arrepiento de haberte salvado la vida?”.

“Sé que es así” replicó con brusquedad.

Su estimación de mis intenciones me dejó anonadado “No sabes nada”

¡Cuan confuso e incomprensible era la manera en como su mente trabajaba! no debía pensar como todos los demás humanos lo hacían. Era la única explicación para su silencio mental. Era completamente diferente. Me volteó su rostro, rechinando sus dientes de nuevo. Sus mejillas estaban sonrojadas por la rabia. Recogió sus libros y los hizo una pila, acogiéndolos en sus brazos, y luego fue hacia la puerta sin siquiera mirarme.

Incluso, tan irritado como estaba, no podía dejar de sentirme un poco divertido con su comportamiento.

Ella estaba rígida, no miraba ni lo que ella hacía. Entonces su pie se enganchó con el puntal de la puerta, tropezó y todas sus cosas cayeron al suelo. En lugar de empezar a recogerlas, ella se quedó rígida, sin mirar abajo, insegura de recogerlas.

Me las ingenié para no reír.

Nadie me vería, así que revoloteé cerca suyo, y puse sus libro en orden antes que se diera cuenta. Me miró un instante y se congeló. Le devolví sus libros asegurándome de que mi congelada piel no la tocara.

“Gracias” dijo severa. Su tono me trajo irritación.

“No hay de qué” repliqué.



Se fue directo a su siguiente clase. La observé hasta que no pude ver su figura enojada.

La clase de español fue difusa. La señora Goff sabía que mi español era superior al de ella, y nunca le fue importante –eso me dejaba libre para pensar.

Entonces, no podía ignorar a la chica. Era obvio. ¿Significaba que no tenía otra opción aparte de destruirla?. No podía ser el único futuro disponible. Tenía que existir otra opción, algún delicado balance. Seguí pensando…

No le puse mucha atención a Emmett hasta que la clase casi terminaba. Él estaba curioso –Emmett no era particularmente intuitivo acerca de los humores de los demás, pero podía ver el obvio cambio en mí. Se preguntaba que había removido mi usual mirada implacable. Se preguntaba cual era mi nueva expresión y finalmente decidió que lucía esperanzado.

¿Esperanzado?, ¿Así lucía para los demás?

Reflexioné acerca de la idea de la esperanza mientras caminábamos hacia el Volvo. Preguntándome porque debía sentirme esperanzado.



Pero no tuve tiempo suficiente para reflexionar. Sensitivo, como siempre, hacia los pensamientos hacia la chica, el sonido del nombre de Bella en la cabeza de… de mis rivales. Tengo que admitir, llamaron mi atención.

Eric y Tyler habían escuchado ­­–con mucha satisfacción–acerca del rechazo de Mike y estaban preparando sus movimientos.

Eric ya estaba listo, posicionado contra el camión de Bella, y así no podía evitarlo. La clase de Tyler se había retrazado al recibir un trabajo, y estaba desesperado por correr tras ella antes que se fuera.

Eso tenía que verlo.

“espera por los demás” le dije a Emmett. Me miró sospechoso, y finalmente asintió.

El chico se volvió loco, pensó divertido por mi poco usual petición.

Observé a Bella salir del gimnasio, esperé un momento para que no me viera pasar. Se acercó a la emboscada de Eric. Caminé un poco rápido, para poder pasar cerca a ellos en el momento justo. Ella se tensó cuando divisó al chico esperando por ella. Luego que lo reconoció, se relajó.

“Hola Eric” escuché llamarlo en tono amigable.

Estaba abrupta e inexplicablemente ansioso. ¿y si este desgarbado adolescente, con su sucia piel, le complacía a ella?

Eric tragó saliva ruidosamente, su manzana de Adán subía y bajaba. “Hola, Bella”.

Ella no se percataba de los terribles nervios de él.

¿Qué pasa? Preguntó al tiempo que abría la puerta de su camión, sin mirar la expresión aterrorizada de él.

“me preguntaba si… ¿vendrías al baile de primavera conmigo?” su voz se quebró.

“Pensé que la chica elegía” le contestó sonando frustrada.

“si, bueno” coincidió con ella, parecía desdichado.

Este lastimoso chico no me molestaba tanto como Mike Newton, pero tampoco sentía simpatía por él, después de que Bella le contestara amistosamente.

“Gracias por invitarme, pero estaré e Seattle ese sábado”. Aunque él ya había escuchado esa excusa, fue decepcionarte.

“Oh” murmuró “talvez la próxima vez”

“Claro” respondió. Luego se mordió el labio, como si no quisiera dejarle escapatoria. Eso me gustó.

Eric caminó lejos, totalmente desdichado, directamente a su carro, su único escape.

Caminé junto a ella en ese momento, escuché su suspiro de alivio. Me reí.

Ella giró cuando me escuchó, pero yo seguí directo, apretando mis labios duramente.

Tyler estaba detrás de mí, casi corría para alcanzarla antes de que se fuera. Él era más confidente que los otros dos; él solo quería aproximarse a Bella, porque respetaba a Mike y a Eric.



Quería que él la alcanzara por dos razones. Si –como empezaba a sospechar– toda esta atención empezaba a molestar a Bella, quería disfrutar ver su reacción. Pero si no –y la invitación de Tyler era la que esperaba– también quería saberlo.

Medí a Tyler Crowley como mi rival, aunque fuera incorrecto. Solo era un tedioso chico promedio sin importancia para mí, pero ¿Qué sabía yo de las preferencias de Bella? Talvez le gustaban los chicos promedio.

Hice una mueca de dolor ante ese pensamiento. Yo nunca podría ser un chico promedio. Que estúpido era ponerme como rival de sus sentimientos. ¿Cómo ella podía importarle alguien que era, nada menos que, un monstruo?

Ella era demasiado buena para un monstruo.



Debería dejar que ella se fuera. Pero mi inexcusable curiosidad me retuvo de hacer lo correcto. De nuevo. ¿y si Tyler perdía su oportunidad, solo para llamarla luego cuando yo no tendría oportunidad de saber como terminaba el asunto? Empujé mi Volvo fuera del parqueo, bloqueándole la salida.

Emmett y los otros venían de camino, él no les explicó mi extraño comportamiento, y ellos venían despacio, mirándome y tratando de percibir que era lo que estaba haciendo.

Vi a la chica en el espejo retrovisor. Ella solo miró mi carro, como deseando conducir un tanque en vez de un viejo Chevy.

Tyler corrió hacia su carro y esperó en línea detrás de ella, agradecido con mi inexplicable comportamiento. Él le saludó, pero ella pareció no notarlo. Esperó un momento, y luego dejó su carro para abordar la ventana del pasajero del Chevy. Tocó el vidrio.

Ella se sobresaltó, y le miró con confusión. Luego de un segundo, bajó la ventanilla manualmente –y parecía que le costaba un poco–.

“Lo siento Tyler” su voz parecía irritada. “el coche de los Cullen me tiene atrapada” dijo mi apellido con voz dura –todavía estada enfadada conmigo–.

“lo sé” continuó sin inmutarse por su mal humor “solo quiero preguntarte algo ahora que estás atascada” tenía una mueca de engreído...

Era gratificante saber que ella no lo miraba.

“¿Me vas a pedir que te acompañe al baile de primavera?” preguntó sin titubear.

“No voy a estar en el pueblo, Tyler” todavía con el tono de irritación.

“Ya, eso me dijo Mike”

“Entonces, ¿por qué...?” empezó a preguntar. Se encogió de hombros.

“Tenía la esperanza de que fuera una forma de suavizarle las calabazas” los ojos de Bella se congelaron. “Lo siento, Tyler” aunque no lo parecía “pero en serio no voy a estar”

Él aceptó su excusa, con su autoestima intacta “Está bien. Aún nos queda el baile de fin de curso.” Entonces se devolvió a su carro.

Tuve razón en quedarme.

La terrible expresión del rostro de Bella no tenía precio. Me dijo lo que yo tan desesperadamente necesitaba saber –que ella no tenía sentimientos por ninguno de esos humanos que deseaban cortejarla.

Además, su expresión era una de las cosas más graciosas que he visto.

Cuando mi familia llegó, estaban confusos por el hecho que yo estaba, riendo sinceramente en lugar de mirar con cara de acecino a cualquiera que se me acercara.

¿Qué es tan divertido? Quería saber Emmett.

Ladeé mi cabeza al tiempo que reía de nuevo y observaba que el mal genio había regresado al rostro de Bella. Se veía como si quisiera ese tanque de nuevo.

“Vámonos” siseó Rosalie impaciente “y deja de comportarte como un idiota. Si es que puedes”

Sus palabras no me molestaron –estaba demasiado entretenido– pero igual nos fuimos.

Ninguno me habló camino a casa. Yo seguía reviviendo en cada segundo, cada expresión en el rostro de Bella.

Mientras salía de la carretera ­­–aún más veloz gracias a la ausencia de testigos– Alice arruinó mi humor.

“¿ya puedo hablar con Bella?” preguntó de repente, sin analizar las palabras, lo cual no me dio tiempo de nada.

“No”

“No es justo. ¿Qué estoy esperando? ”

“No he decidido nada, Alice.”

“¡Lo que sea!”

En su cabeza los dos futuros de Bella estaban claros de nuevo.

“¿Cuál es el punto de conocerla?” murmuré de repente “si voy a matarla”

Alice vaciló un segundo. “tienes razón” admitió.

Tomé el último sendero a 160km/h y luego me detuve a un centímetro de la puerta del garaje.

“disfruta tu carrera a Seattle” me dijo Rosalie con aire satisfecho, al momento de salir del carro.

Pero no iría a correr. En vez de eso iría a cazar.

Los otros lo tenían planeado para mañana, pero no podía dejar crecer a mi sed. Me sobrepasé, bebiendo, hastiándome –un pequeño grupo de alces y un oso negro, fui afortunado en tropezarme con él a pesar de la época del año–. Estaba tan lleno que era incómodo. ¿Pero porque no era suficiente? ¿Por qué su esencia era más fuerte que cualquier otra cosa?

Había cazado para prepararme a mañana, pero, cuando ya no podía cazar más, y el sol no saldría dentro de muchas, muchas horas, sabía que el mañana no sería lo suficientemente cercano.

El nerviosismo se apoderó de mí nuevamente cuando me di cuenta que iba a encontrar a la chica.

Discutí conmigo mismo todo el trayecto hasta Forks, pero mi lado menos noble ganó la disputa y fui directo a ella con un plan no muy definido. El monstruo no estaba cansado, pero al menos estaba alimentado. Sabía que mantendría una distancia prudente con ella. Solo quería saber dónde estaba. Solo quería ver su rostro.





Era más de medianoche, y la casa de Bella estaba en silencio y a oscuras. Su camión estaba parqueado cerca de la curva, la patrulla de policía de su padre en la calle. No existían pensamientos concientes en los alrededores. Observé la casa resguardado en la oscuridad del bosque que rodeaba el este de la casa. La puerta del frente estaba cerrada –no era un problema, excepto que no quería dejar una puerta rota como evidencia de mi visita–. Decidí probar con la ventana del segundo piso. Nadie se preocupaba por poner cerradura ahí.

Corrí hacia la casa y escalé su fachada en medio segundo.

Me colgué del alero de la ventana con una mano, miré a través de la ventana y mi respiración se detuvo.



Era su habitación. Podía verla en una pequeña cama, sus cobijas en el suelo y las sábanas enredadas en sus piernas. Mientras miraba, ella se volvió y colocó un brazo sobre su cabeza. No hacía ruido al soñar, al menos no esta noche. ¿Acaso sentía el peligro cerca de ella?

Me sentí asqueado conmigo mismo mientras la miraba moverse nuevamente. ¿Acaso era mejor que algún enfermo acosador? No era mejor que esos. Era mucho, mucho peor.

Relajé las yemas de mis dedos, listo para irme. Pero primero me permití mirarla por un largo rato.

No era pacífica. Tenía un pequeño surco entre las cejas, y una mueca curiosa en sus labios, los cuales temblaron y se apartaron.

“está bien mamá” murmuró.

Bella hablaba en sueños.

Mi curiosidad chispeó. Mi autocontrol se destruyó. Su señuelo contra mí, eran pensamientos inconcientes hablados, imposibles de ignorar.

Abrí la ventana, no estaba con seguro, pero se trabó un poco, la deslicé suavemente de lado, evitando que sonara el metal. Tendría que traer aceite la próxima vez…



¿La próxima vez? Me golpeé mentalmente, disgustado conmigo.

Me pedí silencio antes de entrar.

Su cuarto era pequeño –desorganizado, pero no sucio–. Tenía libros apilados a un lado de su cama, no podía ver sus títulos, sus discos dispersos, lejos del equipo de sonido ­–arriba de este había una caja vacía–. Papeles apilados cerca de la computadora, la cual luciría mejor en un museo a las tecnologías obsoletas. Sus zapatos estaban sobre el piso de madera.



¿En serio pensé que tenía una belleza promedio? Pensé eso el primer día, y mi disgusto con los chicos que inmediatamente estaban intrigados con ella. Pero cuando recordaba su rostro a través de sus memorias, no podía entender como yo no había encontrado esa belleza inmediatamente. Era algo obvio.

Ahora mismo –con su cabello negro cayéndole por su pálido rostro, usaba una blusa llena de agujeros y pantalones, nuevamente estaba relajada y sus hermosos labios cerrados– me robó el aliento, o lo hubiera hecho, pensé, si estuviera respirando.

Ella no habló. Quizás su sueño había terminado.

Le miré fijamente, y traté de pensar en alguna manera de hacer el futuro soportable.

Herirla no era una opción. ¿acaso solamente podía intentar dejarla otra vez?

Los demás no podrían discutir conmigo. Mi ausencia no pondría a nadie en peligro. No habría sospechas, nada que vinculara al accidente de nuevo. Lo dudé tal como lo hice esta tarde, y nada parecía mejor.

No podía esperar rivalizar con los chicos humanos, si es que ellos le la maban la atención o no. Yo era un monstruo. ¿Cómo me podría ver ella de una manera diferente? Si supiera quien soy, le daría miedo y me repudiaría. Como la victima en una película de terror, ella correría lejos gritando de terror.

La recordé el primer día en Biología… y supe cual sería su reacción. Irse.

Era estúpido imaginar que si la hubiera invitado al estúpido baile, ella cambiaría sus precipitados planes y me acompañaría felizmente.

No era el escogido para ser a quien ella dijera si. Sería alguien más, alguien humano y caliente. No podía permitirme –algún día cuando ella otorgara ese si– cazarlo y matarlo, porque ella lo merecía, quienquiera que fuese. Ella merecía felicidad y amor con quien escogiera.

Debía hacer lo correcto por el bien de ella; no podía seguir pretendiendo que podía estar en peligro de enamorarme de esta chica.

Después de todo, realmente no importaba si yo me iba, ella jamás me vería de la manera en que yo deseaba. Nunca me vería como alguien digno de su amor.

Nunca.

¿Podía acaso un corazón congelado y muerto estar roto? Sentía como si el mío lo estuviera.



“Edward” dijo Bella.

Me congelé, mirando fijamente sus ojos cerrados.

¿Se habría despertado?, ¿me miraba?. Ella parecía dormida, pero su voz había sido tan clara…

Ella suspiró suavemente, y luego se movió suavemente hacia un lado –estaba dormida y soñando–

“Edward” murmuró suavemente.

Ella soñaba conmigo.

¿Podía acaso un corazón congelado y muerto volver a latir? Sentía como si el mío lo estuviera.

“Quédate” dijo “Por favor… no te vayas”



Soñaba conmigo, y no era una pesadilla. Quería que me quedara con ella en su sueño.

Me devané los sesos en busca del nombre correcto al torrente de emociones que me embargaba, pero no conocía palabras tan fuertes que pudieran sostener las emociones. Por un largo momento, me ahogué en ellas.

Cuando llegue a la superficie, no era el mismo hombre que siempre había sido.

Mi vida había sido una interminable y tenebrosa medianoche. Había sido, por necesidad para mí, siempre media noche. ¿Así que como era posible que el sol saliera justo en mi medianoche?

Me convertí en vampiro, cambiando mi alma y mi mortalidad, a través de una transformación dolorosa, para finalmente congelarme. Mi cuerpo había cambiado en roca con piel, endurecida y sin encanto. Yo mismo, me había congelado –mi personalidad, lo que me agradaba, lo que no, mis modos y mis deseos– todos se habían congelado.

Fue lo mismo para los demás. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes.



Cuando el cambio nos llegaba, nos era permanente. Lo vi pasar con Carlisle, y una década después con Rosalie. El amor los había cambiado de manera eterna. Una manera que nunca se desvanecía. Más de ocho décadas habían pasado desde que Carlisle encontró a Esme, y todavía se miraban con la incrédula mirada del primer amor. Siempre había sido así para ellos.

Siempre sería así para mí ahora. Siempre amaré a esta frágil chica humana, por el resto de mi ilimitada existencia.

Miré fijamente la cara inconciente de la chica, sintiendo este amor por ella en cada parte de mi cuerpo de piedra.

Ella dormía un poco más tranquila que antes, con una pequeña sonrisa en sus labios.

Siempre mirándola, empecé a diagramar mentalmente.

La amaba, y podía tratar de ser lo suficientemente fuerte para dejarla. Pero sabía que no era tan fuerte. Podía trabajar en ello.Pero talvez si era lo suficientemente fuerte para encaminar el futuro hacia otra dirección.

Alice había divisado dos futuros para Bella, ahora entendía ambos. Amarla no me impediría matarla, si me permitía cometer errores.

Ahora mismo no podía encontrar ni sentir al monstruo en mí. Quizás el amor lo había silenciado para siempre. Si la mataba ahora, no sería intencional, solo un terrible accidente.

Ahora tenía que ser extraordinariamente cauteloso. No podía nunca bajar la guardia. Tendría que mantener siempre una distancia considerable. No podía cometer errores.

Y finalmente entendí ese segundo futuro. Estaba desconcertado con esa visión –¿Qué había pasado que había convertido a Bella en una prisionera de esta media-vida inmortal?–

Ahora –que la había encontrado– podía entender como talvez, con un imperdonable egoísmo, le pediría a mi padre ese favor. Pedirle que le quite la vida y su alma, solo para tenerla conmigo para siempre.

Ella merecía algo mejor.

Pero vi otro futuro, una pequeña línea la cual podía caminar sin perder el equilibrio. ¿Podría? ¿estar con ella y dejarla como humana?

Deliberadamente tomé aire, y entonces, dejé que su esencia me rasgara como un fuego salvaje. El cuarto estaba lleno con su perfume; su fragancia estaba impresa en cada superficie. Mi mente nadó en ella, pero luché.

Tenía que acostumbrarme a esto, si pretendía intentar cualquier clase de relación con ella. Tomé otra respiración de ese fuego salvaje.

La observé dormir hasta que el sol se asomó por las nubes del este.











Llegue a casa justo después que los otros se fueran a clases. Me cambié rápidamente, evadiendo las preguntas que tenía Esme en la mirada. Ella vio la febril luz en mi rostro y se sintió preocupada y aliviada al mismo tiempo. Mi larga melancolía siempre la había atormentado, y ahora estaba feliz al ver que la había superado.

Corrí hacia el colegio, y llegué solo segundo antes que mis hermanos lo hicieran, ninguno me volvió a ver, al menos Alice les explicó que estaría ahí, escondido entre el bosque que rodeaba el estacionamiento. Esperé a que nadie me viera, y caminé casualmente entre los árboles y los carros parqueados.

Escuché el camión de Bella a una cuadra de distancia y me detuve tras una camioneta desde donde podía ver, pero no ser visto.

Al entrar al parqueo ella vio mi Volvo, por un momento más del necesario y luego parqueó lejos, todavía con el seño fruncido.

Era extraño recordar que ella probablemente estaría enojada conmigo, con toda razón.

Quería reírme –y patearme–. ¿todos mis planes serían un desastre si ella no se interesaba en absoluto por mí?. Su sueño podía ser algo totalmente al azar. Había sido un arrogante estúpido.

Aunque era mejor para ella si no se interesaba por mí. Eso no me evitaría persuadirla, pero le daría una advertencia de mis persuasiones. Se lo debía.

Caminé silenciosamente, preguntándome como sería la mejor manera de acercarme.

Ella me ayudó sin saberlo. Las llaves de su camión resbalaron de sus dedos, y cayeron en un charco.

Se agachó a recogerlas, pero yo lo hice primero, no quería que ella pusiera sus manos en agua congelada.

Me incliné contra su camión, mientras ella se enderezaba.

“¿Cómo lo haces?” demandó. Si, estaba enfadada aún.

Le alcancé las llaves. “¿Hacer qué?”. Ella acercó su mano y yo dejé caer las llaves en la palma de su mano. Inspiré el delicioso aire cargado con su esencia.

“Aparecer del aire”

“Bella, no es culpa mía que seas excepcionalmente despistada.” Mis palabras sonaron casi como una broma. ¿Qué había visto ella?

¿Escucharía ella como mi voz envolvía su nombre en una caricia?

Me miró sin apreciar mi humor. Luego respiró rápido –de enojo?, de miedo?– después de un instante, ella bajó la mirada.

“¿porqué el atasco al salir del colegio ayer?” preguntó sin mirarme “Se suponía que fingías que yo no existía, no que me irritaras hasta la muerte” seguía enojada. Tenía que esforzarme por arreglar las cosas con ella esta vez. Recordé mi política de ser sincero con ella…

“eso era por el bien de Tyler, tenía que darle su oportunidad” luego me reí. No podía evitarlo, solo podía recordar su expresión ayer.

“Tu…” dijo, y luego se calló, aparentemente demasiado furiosa para continuar. Y ahí estaba –esa misma expresión–. Me tragué una risa. Ella estaba lo suficientemente enojada.

“No pretendo que no existas” terminé. Era agradable mantener esa conversación casual. Ella no entendería si le dejaba ver lo que sentía por ella. La asustaría. Tenía que mantener mis sentimientos al margen, mantener una esperanza…

“¿Quieres matarme a rabietas dado que la furgoneta de Tyler no lo consiguió?” Un pensamiento de enojo me embargó. ¿Cómo podía creer ella algo así? Era algo irracional para mí. Además, ella no sabía de mi transformación en la noche pasada.

“Bella, eres totalmente absurda”

Se sonrojó, y se dio la vuelta. Caminando hacia el colegio

No quería que ella siguiera enojada.

“Espera” grité. Siguió andando, entonces la seguí y la alcancé con facilidad

“Lo siento. He sido descortés. No estoy diciendo que no sea cierto” era absurdo imaginar que yo quería verla herida en alguna manera

“pero, de todos modos, no ha sido de buena educación”

“¿Por qué no me dejas sola?”

Créeme –quise decirle– lo he intentado.

Oh, por cierto, estoy desgraciadamente enamorado de ti.

Mantén la esperanza.

“Quería pedirte algo, pero me desviaste del tema” una grandiosa idea se me acababa de ocurrir, me reí.

“¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple?” me preguntó. Tal vez si, mis sentimientos estaban erróneos, tenía tantos sentimientos nuevos…

“Y lo vuelves a hacer.”

Ella suspiró

“Vale, entonces, ¿qué me querías pedir?”

“Me preguntaba si el sábado de la próxima semana” vi su cara en shock, ahogué una risa. “ya sabes, el día del baile de primavera...” ella me calló. Finalmente sus ojos se toparon con los míos “¿Intentas ser gracioso?”. Si.

“Por favor, ¿vas a dejarme terminar?” esperó en silencio mientras se mordía su suave labio inferior. Ese pequeño gesto me distrajo un segundo. Extrañas, sensaciones ajenas, se apoderaron de lo más profundo de mi olvidada humanidad.

“Te he escuchado decir que vas a ir a Seattle ese día y me preguntaba si querrías dar un paseo” me ofrecí. Me di cuenta que, en vez de cuestionarla con sus planes, los compartiría.

Me miró en blanco “¿Qué?”

“¿Quieres dar un paseo hasta Seattle?” solo en un carro con ella –mi garganta se quemaba ante el pensamiento– respiré fuerte.

Acostúmbrate.

“¿Con quién?” preguntó desconcertada.

“Conmigo, obviamente” dije lentamente.

“¿Por qué?” tan increíble era que yo quisiera su compañía. Ella realmente había visto lo peor de mí en mi comportamiento anterior.

“bueno” dije lo más casualmente que pude.

“Planeaba ir a Seattle en las próximas semanas y, para ser honesto, no estoy seguro de que tu monovolumen lo pueda conseguir.” Era más fácil sonar chistoso, que tratar de ser serio junto a ella.

“Mi coche va perfectamente, muchísimas gracias por tu preocupación.” Dijo con el mismo tono sorprendido. Empezó a caminar de nuevo. Mantuve su paso.

Ella no había dicho no, aproveché esa oportunidad. ¿y si decía que no? ¿Qué haría si ella me rechazaba?

“¿Puede llegar gastando un solo depósito de gasolina?”

“No veo que sea de tu incumbencia.” Murmuró.

Seguía no siendo un no. Y su corazón bombeaba más fuerte. Su respiración se hacía más rápida.

“El despilfarro de recursos limitados es asunto de todos”

“De verdad, Edward, no te sigo, creía que no querías ser amigo mío.”

Una emoción me estremeció cuando ella dijo mi nombre. ¿Cómo mantenía la esperanza y era honesto al mismo tiempo? Bueno, era más importante ser honesto, especialmente en este momento.

“Dije que sería mejor que no lo fuéramos, no que no lo deseara”

“Vaya, gracias, eso lo aclara todo” dijo sarcásticamente. Ella se detuvo, cerca del tejado de la cafetería. Me miró de nuevo. Su corazón casi explotaba. ¿tenía miedo?. Escogí mis palabras cuidadosamente. No, no podía dejarla, pero talvez ella sería lo suficientemente inteligente para dejarme, antes de que fuera tarde.

“Sería más... prudente para ti que no fueras mi amiga” me perdí en sus ojos chocolates. Perdí mi esperanza.

“pero me he cansado de alejarme de ti, Bella.” Las palabras sonaron con fervor abrazante. Sus respiración se detuvo un instante, y en el segundo que tardó en restaurarla, pensé en cuanto la asustaba. Bueno… lo averiguaría.

“¿Me acompañarás a Seattle?” demandé.

Ella asintió. Y su corazón palpitaba ruidosamente.

Si. Ella me dijo si.

Mi conciencia me golpeó violentamente. ¿Cuánto le costaría a ella?

“Deberías alejarte de mí, de veras” le previne. ¿Me abría escuchado? ¿Escaparía del futuro que estaba empezando con ella? ¿Podría hacer algo para salvarla de mi?.

Mantén la esperanza, me grité.

“Te veré en clase”

Me concentré en llevar un paso normal, en vez de salir huyendo.

0 comentarios:

Publicar un comentario