4 abr 2011

La corta segunda vida de Bree Tanner: Introducción



No hay dos autores que aborden las cosas del mismo modo exacto. Todos nos inspiramos y nos motivamos de formas diferentes, y tenemos nuestras propias razo­nes para que determinados personajes permanezcan a nuestro lado mientras que otros desaparecen en una maraña de archivos abandonados. Yo, personalmente, no he sabido nunca por qué algunos de mis personajes han adquirido una vida independiente con tanta fuer­za, pero siempre me alegra cuando lo hacen. Esos son los personajes que se desarrollan con menor esfuerzo, y son por tanto sus historias las que llegan a buen puerto.

Bree es uno de esos personajes y, además, la princi­pal razón de que este relato se encuentre ahora en tus manos y no se haya perdido en el laberinto de carpetas olvidadas de mi ordenador (las otras dos razones se lla­man Diego y Fred). Empecé a pensar en Bree cuando es­taba editando Eclipse. Editando, no escribiendo: mientras escribía el primer borrador de Eclipse, llevaba puestas las anteojeras de la narración en primera persona; todo aquello que Bella no podía ver, oír, sentir, saborear o to­car era irrelevante. Aquella historia era exclusivamente la de su experiencia.

El siguiente paso en el proceso de la edición consistía en alejarse de Bella y ver cómo fluía la historia. Mi edi­tora, Rebecca Davis, desempeñó un papel fundamental en dicho proceso: tenía gran cantidad de preguntas que hacerme sobre las cosas que Bella no sabía y acerca de cómo podíamos aclarar más las claves de esa historia. Da­do que Bree es la única neófita a quien ve Bella, la pers­pectiva de Bree fue la primera a la que me aproximé al analizar lo que estaba pasando en segundo plano. Em­pecé a pensar en la vida en el sótano con los neófitos y en la caza al estilo tradicional de los vampiros. Me ima­giné el mundo tal y como Bree lo entendía. Y resultó sen­cillo hacerlo. Desde el principio, Bree estuvo muy defi­nida como personaje, y algunos de sus amigos cobraron vida sin esfuerzo. Así es como me suele ir a mí en estas situaciones: intento escribir una breve sinopsis de lo que está sucediendo en cualquier otra parte de la historia y acabo garabateando diálogos. En este caso, en lugar de una sinopsis, me sorprendí a mí misma escribiendo un día en la vida de Bree.

Con Bree era la primera vez que me metía en la piel de un narrador que fuese un vampiro «de verdad»: un cazador, un monstruo. Llegué a mirarnos a nosotros, los humanos, a través de sus ojos rojos; de repente éramos débiles y patéticos, presas fáciles, sin importancia algu­na excepto como un apetitoso bocado. Sentí cómo era estar sola y rodeada de enemigos, siempre en guardia, sin ninguna certeza excepto que la propia vida está en peligro. Llegué a sumergirme en una raza totalmente distinta de vampiros: los neófitos. La vida como neófito era algo que jamás había llegado a explorar, ni siquiera cuando Bella por fin se convirtió en un vampiro. Ella jamás fue una neófita como lo fue Bree. Resultó emocionante, siniestro y, en última insta

ncia, trágico. Cuanto más me acercaba al inevitable final, más fuerte era mi deseo de haber concluido Eclipse de un modo sólo lige­ramente distinto.

Me pregunto qué te parecerá Bree. En Eclipse es un personaje muy breve y en apariencia trivial. Su vida se reduce a cinco minutos desde el punto de vista de Bella, y aun así, qué importante es su historia para la com­prensión de la novela. Cuando lees la escena de Eclipse en la que Bella está mirando fijamente a Bree y la consi­dera como su posible futuro, ¿en algún momento se te ocurrió pensar en lo que habría llevado a Bree hasta esa situación en el tiempo? Cuando Bree le sostiene la mi­rada, ¿te preguntaste cómo vería ella a Bella y a los Cullen? Es probable que no. Pero aunque lo hicieras, apos­taría a que nunca te imaginaste sus secretos.

Espero que Bree acabe despertando en ti el mismo afecto que yo siento por ella, aunque en cierto modo no deje de ser un deseo cruel. Ya sabes que las cosas no aca­ban demasiado bien para ella. Pero al menos conocerás toda la historia. Y sabrás que no hay perspectiva que ca­rezca de verdadera importancia.

Disfrútalo. Stephenie

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