3 mar 2011

Amanecer: Cap. 3 - Primera caza

“¿La ventana?” pregunté.
Nunca antes había tenido miedo a las alturas en si, pero ser capaz de ver todos esos detalles con tal claridad hizo la perspectiva menos atractiva. Los ángulos de las rocas de abajo eran más puntiagudos de lo que hubiera imaginado.
Edward sonrió. “Es la salida más conveniente. Si estás asustada, puedo cargarte.”
“Tenemos toda la eternidad, y ¿estás preocupado por el tiempo que me tomará caminar por la puerta trasera?”
Ligeramente frunció el ceño. “Renesmeé y Jacob están abajo…”
“Oh.”
Cierto. Yo era el monstruo ahora. Tenía que mantenerme alejada de olores que podrían provocar mi lado salvaje. De la gente que amaba en particular. Incluso de aquellos que no conocía todavía.
“¿Renesmeé se…encuentra bien…con Jacob ahí?” susurré. Me di cuenta tarde que debió haber sido el corazón de Jacob el que había oído abajo. Escuché atentamente de nuevo, pero sólo podía oír un pulso. “A él no le gusta mucho.”
Los labios de Edward se apretaron de un modo raro. “Créeme, ella está perfectamente a salvo. Sé exactamente lo que Jacob está pensando.”
“Claro,” murmuré, y miré al piso de nuevo.
“¿Paramos?” me retó.
“Un poco. No se cómo…”
Yo estaba muy conciente de mi familia atrás de mí, mirándome silenciosamente. La mayor parte del tiempo. Emmett ya se había reído entre dientes una vez. Un error, y se estaría revolcando en el suelo. Y luego las bromas acerca del único vampiro torpe del mundo comenzarían…
Además, este vestido-que Alice me había puesto en algún momento en que estaba tan perdida en el bochorno para no darme cuenta-no era lo que yo hubiera elegido para atacar o cazar. ¿Una seda celeste entallada? ¿Para qué pensó que lo necesitaría? ¿Había una fiesta de cocktail después?
“Mírame,” dijo Edward. Y luego, muy casualmente, dio un paso afuera de la ventana, y cayó.
Observé cuidadosamente, analizando el ángulo por el cual torció sus rodillas para amortiguar el impacto. El sonido de su aterrizaje fue muy bajo - un amortiguado ruido que podría haber sido una puerta cerrada suavemente, o un libro colocado en una mesa con delicadeza.

No me pareció difícil.

Apretando mis dientes mientras me concentraba, traté de imitar su casual paso al aire vacío.
¡Ah! La tierra parecía moverse hacia mí tan lentamente que no se me hizo difícil colocar mis pies-¿qué zapatos me había puesto Alice? ¿Tacos aguja? Se había vuelto loca-no fue nada difícil acomodar mis estúpidos zapatos perfectamente, parecía que estuviera caminando en una superficie plana.
Amortigüé el impacto con la parte redonda de mis pies, no queriendo separar mis delgados talones. Mi aterrizaje fue tan tranquilo como el de él. Le dirigí una gran sonrisa.
“Perfecto. Fácil.”
Me devolvió la sonrisa. “¿Bella?”
“¿Si?”
“Eso fue bien elegante – incluso para un vampiro.”
Lo consideré por un momento y luego mostré una sonrisa de oreja a oreja. Si sólo lo estuviera diciendo por decir, entonces Emmett se hubiera reído. Nadie encontró su comentario algo gracioso, entonces debió ser cierto. Era la primera vez que alguien usaba la palabra elegante en mí en toda mi vida… o, bueno, existencia, como sea.
“Gracias” le dije.
Y luego me quité los zapatos de plata satinada uno por uno y los enganché para tirarlos por la ventana abierta. Un poco fuerte, quizá, pero escuché a alguien agarrarlos antes que dañara el revestimiento de la madera.
Alice se quejó, “Su sentido de la moda no ha mejorado nada como su equilibrio.”
Edward tomó mi mano – no podía dejar de maravillarme frente a la suavidad y cómoda temperatura de su piel - y se lanzó al jardín de atrás por el borde del río. Lo pude seguir sin esfuerzo alguno.
Todo lo físico era tan simple.
“¿Vamos a nadar?” le pregunté cuando paramos al costado del agua.
“¿Y arruinar tu lindo vestido? No. Vamos a saltar.”
Apreté mis labios, considerándolo. El río era como cincuenta yardas de ancho.
“Tú primero,” dije.
Acarició mi mejilla, dio dos pasos atrás rápidamente y luego volvió corriendo esos mismo dos pasos, empujándose de una piedra llana encajada firmemente el la orilla del río. Estudié sus rápidos movimientos formaba un arco encima del agua, finalmente dando un salto mortal desapareció entre los gruesos árboles al lado del río.
“Fanfarrón”, musité y escuché su risa invisible.
Retrocedí cinco pasos, sólo porsiacaso, y respiré profundamente.
De repente, estaba ansiosa de nuevo. No porque fuera a caerme o a lastimarme – estaba más preocupada por cuán malogrado quedaría el bosque.
Vino lento, pero podía sentirlo ahora – la cruda y masiva fuerza en mis piernas. De repente estaba segura de que si quería hacer un túnel por debajo del agua, o si quería golpear o agarrar un camino directamente por el lecho de las rocas, no me tomaría mucho tiempo. Las cosas que estaban a mi alrededor – los árboles, los arbustos, las rocas… la casa – habían empezado a verse muy frágiles.
Esperanzada en que Esme no tuviera una preferencia en algún árbol en particular, di mi primer paso largo. Y luego paré cuando el satén apretado se rompió seis pulgadas en mi muslo. ¡Alice!
Bueno, Alice siempre trataba a la ropa como algo desechable, o sea, sólo lo usaba una vez, así que no debería importarle esto. Doblé con cuidado la parte intacta de la parte inferior derecha de la ropa entre mis dedos y, ejerciendo la mínima cantidad de presión posible, rasgué el vestido hasta que se abrió dejando mi muslo expuesto. Luego arreglé el otro lado para que no desentonara.
Mucho mejor.
Podía oír las risas sordas en la casa, e incluso a alguien apretar los dientes. La risa venía del primer y segundo piso, y fácilmente reconocí la gran diferencia, una risita áspera y ronca del primer piso.
¿Así que Jacob también estaba mirando? No pude imaginar lo que estaba pensando ahora, o que estaba haciendo todavía ahí. Yo había previsto nuestro reencuentro – si me pudiera perdonar alguna vez – en algún tiempo lejano en el futuro, cuando estuviera más estable, y el tiempo haya curado las heridas que le hice a su corazón.
No volteé a mirarlo ahora, cautelosa con mis cambios de humor. No sería bueno dejar que cualquier emoción se hiciera demasiado fuerte en mis estados de ánimo. Los miedos de Jasper me tenían al borde también. Tenía que cazar antes de lidiar con cualquier otra cosa. Traté de olvidar todo eso para poder concentrarme.
“¿Bella?” Edward me llamó desde el bosque, su voz se acercaba. “¿Quieres ver de nuevo?
Pero recordé todo perfectamente, claro, no quería darle a Emmett más razones para que encontrara mi educación más graciosa. Esto era algo físico – debe ser instintivo. Así que respiré hondo y corrí por el río.
Libre por mi falda, me tomó sólo un salto largo para alcanzar el borde el agua. Sólo ochenta y cuatro milésimas de segundo, y eso todavía era bastante tiempo - mis ojos y mi mente se movieron tan rápido que un solo paso fue suficiente. Fue simple posicionar mi pie derecho contra la piedra lisa y ejercer la presión adecuada para que mi cuerpo no se vaya volando por el aire. Estaba prestando más atención en dirigir esa fuerza que me equivoqué en la cantidad de poder necesario – pero al menos no me equivoqué el la parte donde me habría mojado. La anchura de cincuenta yardas era una distancia ligeramente fácil.
Fue una cosa extraña, vertiginosa, electrizante, pero pequeña. Tuvo que pasar un segundo entero, y ya había cruzado.
Esperaba que el paquete cerrado de árboles fuera un problema, pero fueron sorprendentemente ayudadores. Fue algo simple el estirar una mano segura mientras caía hacia la tierra adentro en el bosque y agarrarme de una rama conveniente; me balanceé ligeramente en mis pies y aterricé con los dedos, todavía a quince pies de la tierra en una amplia rama de Sitka.
Fue grandioso.
Por encima de sonido de mi risa encantada, pude oír a Edward corriendo para encontrarme. Mi saltó había sido el doble de largo que el de él. Cuando alcanzó mi árbol, sus ojos estaban ensanchados. Con agilidad, salté hacia la rama de su lado, aterrizando en silencio otra vez en la parte redonda de mis pies.
“¿Estuvo bueno?” me pregunté, mi respiración se aceleró con excitación.
“Muy bueno.” Sonrió orgulloso, pero su tono casual no coincidió con la expresión de sorpresa en sus ojos.
“¿Podemos hacerlo de nuevo?”
“Concéntrate, Bella – estamos en una salida de cacería.”
“Oh, cierto.” Asentí. “Cacería.”
“Sígueme… si puedes.” Sonrió abiertamente, su expresión de repente tentadora, y echó a correr.
Él era más rápido que yo. No pude imaginar cómo movía sus piernas con tanta asombrosa velocidad, pero estaba más allá de mí. Pero, yo era más fuerte, y cada paso mío era como tres pasos de él. Y entonces volamos por medio de la red verde viva, juntos, siguiendo a nada. Mientras corría, no pude evitar reírme despacio por la emoción; la risa no me detenía o me desconcentraba.
Finalmente pude entender por qué Edward nunca se chocaba con los árboles mientras corría – una pregunta que siempre había sido un misterio para mí. No era una sensación peculiar, el equilibrio entre la velocidad y la claridad. Puesto que, mientras me disparaba, bajo, y por el laberinto en un grado que debería haber reducido todo a mí alrededor a unas simples manchas verdes, pude ver claramente cada diminuta cosa en esas manchas mientras pasaba.
El viento de mi velocidad sacudía mi cabello y mi rasgado vestido detrás de mi, y, aunque sabía que no debería, se sintió caliente en mi piel. Así como el rudo piso del bosque no debería sentirse como un terciopelo bajo mis desnudas suelas, y así como mis brazos y piernas no deberían sentir que estuviera esquivando suaves plumas en vez de ramas.
El bosque no estaba tan vivo como pensaba – pequeñas criaturas cuyas existencias nunca hubiera adivinado abundaron en las hojas a mi alrededor. Todas continuaron silenciosas después que pasamos, su respiración rápida con miedo. Los animales tenían una reacción mucho más sabia a nuestro olor que las personas humanas. Seguramente había tenido un efecto contrario en mí.
Seguí esperando para sentirme ventilada, pero mi respiración llegó sin esfuerzo alguno. Esperé el momento en que comenzarían a quemarme los músculos, pero mi fuerza sólo parecía incrementarse mientras me acostumbraba a mis grandes pasos. Mis sobresaltados huesos se estrechaban más y más, y en un momento él trataba de mantener mi ritmo. Me reí de nuevo, exuberantemente, cuando lo escuché quedándose atrás. Mi pie desnudo empezó a tocar el suelo rara vez que parecía que estuviera volando.
“Bella” llamó secamente, su voz incluso, ociosa. No pude oír nada más; se había detenido.
Brevemente lo consideré un motín.
Pero, con un suspiro, giré y salté tranquilamente a su lado, unas cien yardas atrás. Lo miré expectante. Él estaba sonriendo, con una ceja levantada. Era tan hermoso que sólo pude quedarme mirando.
“¿Querías quedarte en el país?” preguntó divertido. ¿O planeabas continuar hasta Canadá esta tarde?”
“Así está bien”, asentí, más concentrada en la manera en que sus labios se movían mientras hablaba que en sus palabras. Fue difícil no distraerse con tantas cosas que podía ver con mis ojos nuevos. “¿Qué estamos cazando?”
“Ahora cierra tus ojos”, murmuró. Cuando obedecí, él levanto sus manos hacia mi rostro, apretando mis mejillas. Sentí mi respiración acelerarse y esperé brevemente por el rubor de mis mejillas que nunca más llegaría.
“Escucha”, me instruyó Edward. “¿Qué puedes oír?”
Todo, pude haber dicho; su perfecta voz, su respirar, el rozar de sus labios mientras hablaba, el susurrar de los pájaros moviendo sus plumas con el paso del viento, el aleteo de sus latidos, las hojas de arce reunidas a la fuerza, el débil congeniar de las hormigas siguiendo una larga línea en la corteza del árbol más cercano. Pero yo sabía que él se refería a algo más específico, así que dejé que mis oídos escucharan más allá de nosotros, buscando algo diferente a los zumbidos de vida que me rodeaban. Había un espacio abierto cerca de nosotros – el viento tenía un sonido diferente a en medio de ese pasto expuesto - y un pequeño riachuelo con un lecho de rocas. Y allí, cerca del sonido del agua, había un chapotear de lenguas sedientas, el alto rugir de corazones pesados, el fuerte bombear de torrentes de sangre…
Sentí como si las paredes de mi garganta se cerraran.
“Por el arrollo, ¿al noroeste?” pregunté, mis ojos todavía cerrados.
“Si.” Su tono era de aprobación. “Ahora…espera por la brisa de nuevo y…¿qué hueles?”
Mayormente a él - su extraño perfume miel-lilas-y-sol. Pero también el pesado olor a tierra y madera podrida y musgos, la resina de las hojas por siempre verdes, el calor, un aroma casi a nuez de esos pequeños roedores encogidos bajo el árbol. Y luego, saliendo a flote de nuevo, el olor claro del agua, que sorprendentemente no me causó ninguna sensación de sed. Me concentré más allá de agua y encontré el olor que se debió irse con el sonido sediento y el corazón punzante. Otro cálido olor, pesado y fuerte, más fuerte que los otros. Y casi tan pronto como lo sentí, respingué mi nariz.
Se rió entre dientes. “Lo sé – toma tiempo acostumbrarse.”
“¿Tres?” adiviné.
“Cinco. Hay dos más en los árboles atrás de ellos.”
“¿Qué hago ahora?”
Su voz sonó como si estuviera sonriendo. “¿Qué tienes ganas de hacer?”
Lo pensé, mis ojos todavía cerrados mientras escuchaba y respiraba ese olor. Otra batalla de sed empezó en mi conciencia y de repente el calor, ese olor tan fuerte no era del todo desagradable. Al menos sería algo caliente y húmedo en mi boca disecada. Mis ojos se abrieron de repente.
“No lo pienses,” me sugirió mientras bajaba sus manos de mi rostro y daba un paso hacia atrás. “Sólo sigue tus instintos.”
Me dejé llevar por el olor, apenas preocupada por mis movimientos mientras me deslizaba hacia el prado de donde venía el torrente. Mi cuerpo avanzó automáticamente y me puse en cuclillas en el borde de helechos del árbol, vacilando. Pude ver un ciervo grande, dos docenas de puntos adornando sus cuernos, en el borde del agua, y las borrosas sombras de los otros mientras se dirigían hacia el este, adentrándose en el bosque sin prisa. 
Me centre en el olor del macho, un punto cálido en su cuello peludo, donde la calentura y el pulso eran más fuertes. Sólo treinta yardas – dos o tres saltos – entre nosotros. Entré en tensión para el primer salto.
Pero mientras mis músculos se preparaban, el viento se levantó, soplando más fuerte ahora, y desde el sur. No me paré a pensar, me lancé fuera de los árboles en un camino perpendicular a mi plan original, asustando a los alces en el bosque, corriendo detrás de una nueva fragancia tan atractiva que no me daba otra opción. Estaba obligada a hacerlo.
El olor me llenó por completo. Estaba con la mente en una sola cosa, preocupada sólo por el olor que tenía que acabar. La sed empeoró, tan dolorosa ahora que confundió todos mis pensamientos y empecé a recordar el ardor del veneno en mis venas.
La única cosa que tenía opción de penetrar mi concentración, un instinto más poderoso, más básico de lo que necesitaba para apagar el fuego - era el instinto de protegerme del peligro. Auto preservación.
De repente estuve alerta por el hecho que había estado siguiendo. El pulso del irresistible olor luchó el impulso de detenerme y defender mi presa. Una burbuja de sonido salió de mi pecho, mis labios se retiraron de su propio acuerdo de exponer mis dientes en alerta. Mi pie bajó su marcha, la necesidad de proteger mi lucha contra el deseo de saciar mi sed.
Y luego pude oír mi victoria de perseguidor, y defensa ganada. Cuando giré, el creciente sonido raspó mi garganta.
El gruñido salvaje que salió de mi boca, fue tan inesperado que me paralizó. Me perturbó y me ayudó a limpiar mi cabeza por un segundo – la sed – la neblina retrocedió, aunque la sed quemara todavía.
El viento se levantó, llevando el olor de tierra húmeda y viniendo directo hacia mi rostro, liberándome del ardor del olor anterior – un olor tan delicioso que sólo podía ser humano.
Edward dudó unos pies atrás, sus brazos levantados cómo si fuera a abrazarme – o detenerme. Su rostro estaba absorto y cauto mientras me congelé, horrorizada.
Me di cuenta que había estado a punto de atacarlo. Con un fuerte tirón, me levanté de mi posición defensiva. Contuve mi aliento mientras volvía a concentrarme, temiendo el poder de la fragancia que arremolinaba desde el sur.
Pudo ver la razón regresando a mi rostro, y dio un paso hacia mí, bajando sus brazos.
“Tengo que irme de aquí”, dije entre dientes, usando todo el aire que tenía.
El asombro cruzó su rostro. “¿Puedes irte?”
No tenía tiempo para preguntarle lo que quiso decir con eso. Sabía que la habilidad de pensar claro duraría sólo el tiempo que pudiera dejar de pensar en…
Rompí a correr de nuevo, directo hacia el norte, concentrada únicamente en el incómodo sentimiento de privación sensorial que parecía ser único responsable de que mi cuerpo careciera de aire. Mi único objetivo estaba lo suficientemente alejado que el olor que completamente perdido. Imposible de encontrar, incluso si cambiaba de parecer…
Una vez más, estaba conciente de que era seguida, pero ahora estaba más sana. Luché con el instinto de respirar – usar los sabores en el aire para asegurarme que era Edward. No tenía que luchar sola; aunque ahora corría más rápido que antes, disparada como una cometa directamente a través del camino que podía encontrar en los árboles; Edward se acomodó a mi paso después de un corto tiempo.
Un nuevo pensamiento cruzó mi mente, y paré en seco, plantando mi pie. Estaba segura de que aquí estaría a salvo, pero contuve mi aliento sólo porsiacaso.
Edward me pasó, sorprendido por mi congelamiento repentino. Dio la vuelta y estuvo a mi lado en menos de un segundo. Puso sus manos en mis hombros y me miró fijamente a los ojos, todavía dominado por el asombro.
“¿Cómo hiciste eso?” exigió.
“Me permitiste golpearte hace un rato, ¿no?” exigí en respuesta, ignorando su pregunta. ¡Y pensé que lo había estado haciendo tan bien!
Cuando abrí mi boca, pude saborear el aire – ya no estaba contaminado, sin rastro alguno del fuerte perfume que me había atormentado. Respiré cuidadosamente.
Él sacudió su cabeza, rehusándose a desviarse de su pregunta. “Bella, ¿cómo lo hiciste?”
“¿Huir? Contuve mi aliento.”
“Pero, ¿cómo te abstuviste de cazar?”
“Cuando viniste detrás de mí… discúlpame por eso.”
“¿Por qué te disculpas? Yo era el que estaba espantosamente cuidadoso. Asumí que nadie estaría muy lejos de aquí, pero debí haber chequeado primero. ¡Un error tan estúpido! Tú no tienes nada de qué disculparte.”
“¡Pero te gruñí!” todavía estaba horrorizada que era capaz de tal blasfemia.
“Claro que lo hiciste. Es algo natural. Pero no puedo entender cómo huiste.”
“¿Qué más podía hacer?” pregunté. Su actitud me confundía - ¿qué quería que hubiese pasado? “Quizá era algún conocido.”
Me asustó con su repentina carcajada, moviendo su cabeza y dejando un eco en los árboles.
“¿Por qué te ríes de mí?”
Por un momento paró, y pude ver de nuevo su rostro cauteloso.
Contrólate, pensé. Tenía que controlar mi temperamento. Como si fuera un licántropo joven en vez de un vampiro.
“No me estoy riendo de ti, Bella. Me río porque estoy en shock. Y estoy así porque estoy completamente maravillado.”
“¿Por qué?”
“No deberías haber sido capaz de hacer algo como esto. No deberías haber sido tan… racional. No deberías haber sido capaz de estar discutiendo esto conmigo tan fresca y calmada. Y, más que cualquier otra cosa, no deberías haber sido capaz de detenerte a medio de una caza con el olor de un humano en el aire. Incluso los vampiros más maduros tienen dificultades con eso – siempre somos muy cuidadosos de donde cazamos para no ponernos tentaciones. Bella, tu comportamiento es como de un vampiro de décadas en vez de días.”
“Oh.” Pero sabía que sería difícil. Por eso estaba tan...en guardia. Esperaba que fuera difícil.
Puso sus manos en mi rostro de nuevo, y sus ojos estaban maravillados. “Que no hubiera dado por ser capaz de ver en tu mente sólo por este momento.”
Emociones tan fuertes. Estuve preparada para la parte sedienta, pero no para esto. Estaba tan segura que no sería lo mismo cuando me tocara. Bueno, la verdad, no era lo mismo.
Era más fuerte.
Deslicé mis dedos en su rostro; deteniéndome en sus labios.
“¿Pensé que no sentiría esto por un buen tiempo?” Mi incertidumbre hizo de las palabras una pregunta. “Pero todavía te deseo.”
Parpadeó en shock. “¿Cómo puedes concentrarte es eso? ¿No estás desesperadamente sedienta?”
Claro que lo estaba, ¡ahora que me lo recordó!
Traté de tragar y luego suspiré, y cerré mis ojos como antes para poder concentrarme. Dejé que mis sentidos descubrieran la variedad que me rodeaba, esta vez estaba tensa, sólo en caso de que me impactara de nuevo ese delicioso olor taboo.
Edward dejó caer sus manos, yo ni siquiera respiraba mientras escuchaba cada vez más lejos en la red verde viva, cernida a través de los olores y sonidos por algo que no saciaría mi sed completamente. Había algo diferente, un débil rastro al este…
Mis ojos se abrieron, pero mi concentración estaba todavía en el olor cortante mientras me volteaba y me lanzaba silenciosamente hacia el este. Parecía que la tierra se levantara casi inmediatamente, me puse en posición de caza y corrí, cerca del piso, entre los árboles mientras era más fácil. Sentí perfectamente a Edward conmigo, deslizándose silenciosamente por el bosque, dejándome a mí, guiar.
La vegetación se dispersaba mientras íbamos costa arriba; el olor a campo y resina se hacía más fuerte, mientras seguía el camino que me había trazado – era un olor cálido, más cortante que el del alce y más atractivo. Unos segundos más y pude oír paso amortiguado del inmenso pie, más ligero que el crujir de unos cascos. El sonido crecía – más en las ramas que en el suelo. Automáticamente entré como una flecha entre las ramas, ganando una posición estratégica, a mitad de camino de un abeto de plata alto.
El sonido de las patas ahora estaba debajo de mí; el fuerte olor estaba muy cerca. Mis ojos señalaban cada movimiento con el sonido, y vi el gran gato escabulléndose a lo largo de una amplia rama de pincea, abajo y a la izquierda de la mía. Era grande – fácil cuatro veces yo. Sus ojos estaban absortos debajo de él; el gato estaba cazando también. Capté el olor de algo más pequeño, suave a lado del aroma de mi presa, agachado bajo el árbol. La cola del león tiró espasmódicamente cuando se dispuso a saltar.
Con una luz enlazada, salté y aterricé en la rama del león. Él sintió que la madera tembló y giró, gruñendo desafiante. Cortó el espacio entre nosotros, sus ojos brillaban de furia. Medio loca con la sed, ignoré los colmillos expuestos y las garras y me lancé hacia él, cayendo los dos al suelo forestal.
No fue tanto una pelea.
Sus garras filudas fueron como suaves dedos al momento que tocó mi piel. Sus dientes no encontraron nada que arrancar en mis hombros y en mi garganta. Su peso no era nada. Mis dientes infaliblemente buscaron su garganta, y su instintiva resistencia era lastimosamente débil a comparación de mi fuerza. Mis mandíbulas se cerraron fácilmente en el punto preciso donde se concentraba el flujo del calor.
Fue como morder mantequilla. Mis dientes eran como navajas de acero; cortaron la piel y la grasa como si no estuvieran ahí.
El sabor no era el correcto, pero la sangre era caliente y húmeda y esto calmó la desigualdad, la sed picante cuando bebí con prisa impaciente. Los esfuerzos del gato por liberarse fueron cada vez más débiles y sus gritos se ahogaron con un gorjeo. La calentura de la sangre irradió por todo mi cuerpo, quemando la punta de mis dedos y pies.
El león estuvo terminado antes que yo lo hiciera. La sed flameó de nuevo cuando Edward corrió hacia mí, y yo empujé el cadáver en repugnancia. ¿Cómo podía seguir sedienta después de eso?
Me erguí en un rápido movimiento. Parada, me di cuenta que estaba hecha una porquería. Retiré mi rostro atrás de mi brazo y traté de arreglar el vestido. Las garras que habían sido ineficaces contra mi piel, tuvieron más éxito con el delgado vestido.
“Hmm,” dijo Edward. Levanté la mirada para verlo descansando casualmente en el tronco de un árbol, mirándome pensativamente.
“Creo que pude haberlo hecho mejor.” Estaba totalmente sucia, mi cabello enredado, mi vestido manchado con sangre y rasgado. Edward no regresaba de cacería luciendo así.
“Lo hiciste perfectamente bien,” me aseguró. “Es sólo que… fue mucho más dificultoso ver para mí de lo que había pensado.”
Levante mis cejas, confundida.
“Va contra el punto,” me explicó, “dejarte luchar con leones. Tuve un ataque de ansiedad todo el tiempo.”
“Tonto.”
“Lo sé, los viejos hábitos nunca mueren. Aunque, me gusta los arreglos de tu vestido.”
Si hubiera podido sonrojarme, lo habría hecho. Pero cambié el tema. “¿Por qué todavía estoy sedienta?”
“Porque eres joven.”
Suspiré. “Y supongo que no hay otro león cerca.”
“Pero hay muchos ciervos.”
Hice una mueca. “No huelen tan bien.”
“Herbívoros. Los carnívoros huelen casi como los humanos,” me explicó.
“No tanto como los humanos,” le dije en desacuerdo, tratando de no recordar.
“Podemos regresar.” Dijo solemnemente, pero había sombras bajo sus ojos. “Quienquiera que estuviera ahí, si eran hombres, probablemente no les importaría morir si tú fueras el que los entretiene.” Su mirada bajó hacia mi rasgado vestido de nuevo. “De hecho, pensarían que estaría listos para morir e ir al cielo en el momento que te vieran.”
Volteé los ojos. “Vamos a cazar algún apestoso herbívoro.”
Encontramos una gran manada de ciervos en el camino de vuelta a casa. Esta vez, cazamos juntos, ahora ya había conseguido hacerlo mejor. Cacé un ciervo más o menos grande, haciendo casi tanta basura como había hecho con el león. Edward había terminado con dos cuando yo recién terminaba con el primero, sin un solo pelo desordenado, ni una mancha en su camisa blanca. Perseguimos a la manada dispersada y aterrorizada, pero en vez de alimentarme, esta vez, me concentré en analizar con cuidado cómo él era capaz de caza con tanto esmero.
Todas las veces que deseé que Edward no tuviera que dejarme cuando iba a cazar, estaba en secreto, un poco aliviada. Ya que estaba segura que ver esto sería horroroso, aterrorizante. El verlo cazar finalmente lo hizo ver como un vampiro para mí.
Claro, había mucha diferencia desde esta perspectiva, ahora yo era un vampiro. Pero dudé que incluso mis ojos humanos hubieran perdido la belleza aquí.
Fue una experiencia sorprendentemente sensual ver a Edward cazando. Sus saltos relajados fueron como el arrastrar sinuoso de una serpiente; sus manos estaban tan seguras, tan fuertes, tan completamente inevitables; sus labios eran perfectos cuando se separaron dejando ver sus relucientes dientes. Era glorioso. Sentí una repentina sacudida de orgullo y deseo.
Él era mío. Nada podía separarnos ahora. Era demasiado fuerte como para ser separada de su lado.
Lo hizo muy rápido. Se volteó y me miró curiosamente mientras exploraba mi expresión.
“¿Ya no tienes sed?” preguntó.
Encogí los hombros. “Me distrajiste. Eres mucho mejor que yo.”
“Siglos de práctica.” Sonrió. Sus ojos eran desconcertantemente dulces con una sombra de oro miel.
“Sólo uno,” lo corregí.
Edward se rió. “¿Terminaste por ahora? ¿O quieres continuar?”
“Ya terminé, creo.” Me sentí llena. No estaba segura de cuánto líquido podría entrar en mi cuerpo. Pero el ardor de mi garganta ya estaba algo calmado. Y luego, de nuevo, yo sabía que la sed era sólo una inevitable parte de esta vida.
Pero valía la pena.
Me sentí controlada. Quizá mi sentido de la seguridad era falso, pero me sentí muy bien por no haber matado a nadie hoy. Si tan solo pudiera resistirme totalmente a los humanos, ¿sería capaz de soportar el olor del hombre lobo y a la pequeña medio-vampiro que amaba?
“Quiero ver a Renesmeé,” dije. Ahora que mi sed estaba saciada (casi totalmente), mis primeras preocupaciones fueron difíciles de olvidar. Quería reconciliar la extraña que era mi hija con la criatura que amaba hace tres días. Era raro, se sentía mas no tenerla adentro de mí. Abruptamente, me sentí vacía e inquieta.
Edward estiró su mano hacia mí. La tomé, y sentí su piel más caliente que antes. su mejilla estaba débilmente sonrojada, las sombras bajo sus ojos se habían borrado.
Era incapaz de acariciar su rostro otra vez. Y otra vez.
Olvidé a medias que esperaba una respuesta a mi petición mientras miraba fijamente a sus dorados ojos.
Fue casi tan difícil como había sido huir del olor de la sangre humana, pero de alguna manera tuve la necesidad en mi cabeza de ser cuidadosa, cuando estiré en la punta de mis dedos y enrosqué mis brazos a su alrededor. Gentilmente.
Él no vacilaba en sus movimientos; sus brazos rodearon mi cintura y me estrechó contra su cuerpo. Sus labios aplastaron los míos, pero se sintieron suaves. Mis labios ya no se amoldaron a los suyos; ahora ya tenían su propio lugar.
Como antes, fue como su el toque de su piel, de sus labios, de sus manos, penetraban directamente a través de mi lisa, y dura piel hasta mis nuevos huesos. Directamente al centro de mi cuerpo. No podía imaginar amarlo más de lo que lo hacía ahora.
Mi antigua mente no hubiera sido capaz de aguantar tanto de su amor. Mi antiguo corazón no hubiera sido lo suficientemente fuerte como para soportarlo.
Quizá esta era la parte de mí que había salido a relucir con más intensidad en mi nueva vida. Como la compasión de Carlisle y la devoción de Esme. Quizá nunca sería capaz de hacer algo interesante o especial como Edward, Alice, y Jasper hacen. Quizá sólo amaría a Edward más que cualquiera en la historia del mundo hubiera amado a alguien.
Podía vivir con eso.
Recordé partes de esto – enroscando mis dedos en su cabello, trazando líneas en su pecho – pero otras partes eran tan nuevas. Él era algo nuevo. Era una experiencia totalmente diferente, Edward besándome tan intrépidamente, tan energéticamente. Respondí a su intensidad, y de repente nos estábamos cayendo.
“Oops,” dije, y se rió debajo de mí. “No fue mi intensión irme encima de esa manera. ¿Estás bien?”
Edward acarició mi rostro. “Ligeramente mejor que bien” y luego una expresión perpleja cruzó su rostro. “¿Renesmeé?” preguntó inciertamente, tratando de averiguar lo que yo quería más en ese momento. Una pregunta muy difícil de responder, porque quería tantas cosas al mismo tiempo.
Podía decir que él no estaba exactamente contrariado a aplazar nuestro retorno, y fue difícil pensar con su piel rozando la mía – no había mucho que quedara del vestido. Pero mi recuerdo de Renesmeé, antes y después de su nacimiento, se volvía más y más como un sueño para mí. Más probable. Todos los recuerdos que tenía de ella eran recuerdos humanos; un aura artificial los envolvía. Nada se veía real con estos ojos, nada se sentía real con estas manos.
Cada minuto, la realidad de aquella pequeña extraña se alejaba.
“Renesmeé,” asentí, perezosamente, y me puse sobre mis pies, levantándolo conmigo.

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