Cuando no actúa, vive en un bosque de Los Ángeles tocando la guitarra. Cuando lo hace, se codea con Oliver Stone y John Travolta. Pero dice que dejaría todo para filmar con directores argentinos. Recesión y entusiasmo por la movida apolítica.
En Buenos Aires, los canales de noticias se baten a duelo para poner en pantalla la sensación térmica más alta. Mientras tanto, en Los Ángeles, California, Mía Maestro disfruta de un invierno generoso que le ofrece unos quince grados ideales para salir a caminar por la montaña. Una de las actividades que la actriz acostumbra, y disfruta, desde que decidió instalarse hace once años en Estados Unidos luego del envión logrado por la candidatura a los Oscar de Tango, la película de Carlos Saura que protagonizó en 1998. Es lunes y está ansiosa por ir a grabar una nueva canción que acaba de componer y que formará parte del disco que la argentina editará entre abril y mayo. Porque Mía –que nació en Colegiales– no sólo se dedica a la actuación.
“Hace cinco años –cuenta– se me dio por escribir en formato de canción. No es que tenga un género determinado ya que no me gustan los rótulos, pero se podría decir que hago folk”. Pero su carrera actoral, que cuenta con participaciones en películas como Frida, Diarios de motociclet, Poseidón y la reciente Amanecer –de la saga Crepúsculo– no se detiene. Y sin dejar de lado el cine local –en 2004 hizo La niña santa, de Lucrecia Martel–, esta semana estrena Agua y sal, el filme de Alejo Taube que protagoniza junto a Rafael Spregelburd (El hombre de al lado). “Siempre estoy buscando proyectos para hacer en Argentina. Tenía ganas de hacer algo con Rafa, al que admiro como escritor y actor, y se dio”, asegura.
La película funciona como un cuento borgeano, un drama de carácter fantástico sobre dos personas muy diferentes que están unidas por un fuerte lazo. Mía interpreta a la mujer de Javier, un hombre que parece tenerlo todo pero que sin embargo sueña con otra vida. “Es algo que le pasa a todos. Mi profesión me lleva a vivir otras vidas, otras realidades, voces. No soy yo. Y eso muchas veces me hace soñar con poder vivir más mi vida. A fantasear con momentos de tranquilidad, de silencio. De poder estar con mis amigos durante mucho tiempo que, aunque parezca mentira, es difícil. Tengo una vida sin cotidianidad, ni rutina. A veces deseo ser más sedentaria.”
–Sin embargo, está viviendo lo que para muchos, incluso otros actores, sería un sueño.
–Es que nunca soñé con llegar a Hollywood. Siempre lo tomé como un trabajo. Siempre pensé que iba a vivir entre Buenos Aires y Nueva York, París o Londres, pero no Los Ángeles. Se dio y me dejé llevar por un momento que hoy disfruto.
–Agua y Sal la filmó hace dos años pero recién se estrena ahora. ¿En Estados Unidos pasa lo mismo con las películas independientes?
–Sí, pasa muchísimo. Hay problemas con la distribución y las salas. Y en Argentina sé que los cines están copados por la distribución norteamericana. Así es difícil .
–De los más de cuatrocientos filmes que se estrenaron el año pasado, dieciséis acapararon la mitad del público total.
–Es una locura. Hace quince años Buenos Aires tenía todavía ciertos cines que ofrecían ciclos. Pero esos espacios desaparecieron por la presión de los megacomplejos. Y eran los pequeños bastiones para ver películas de otros países. Espacios que nos daban una identidad. Porque Buenos Aires siempre fue muy receptiva al cine de todo el mundo. Con una audiencia que conoce mucho. Es una pena que las generaciones futuras no lo puedan ver.
–¿Es seguidora del cine argentino?
–Sí, por películas que me dan amigos. Pero acá no se estrena mucho. Aunque, por lo menos, tenemos un ciclo de cine argentino en el consulado de Los Ángeles.
–¿Cómo es el cine de Estados Unidos visto desde adentro?
–Es muy interesante para cualquier persona trabajar con pares que son muy buenos en lo que hacen y tener todo a tu entera disposición. Es una cuestión presupuestaria. Trabajar con Dennis Hopper, Oliver Stone, Benicio del Toro y hacer una peli con Wolfang Petersen son cosas interesantes. Pero me parece mejor hacer una película con Rafa o trabajar con Lucrecia Martel. Cuando ella me llamó para La niña santa yo hubiese dejado cualquier filme con tal de estar ahí.
–Acaba de terminar de filmar Los salvajes junto a del Toro y John Travolta, bajo la dirección de Stone. ¿Cómo fue la experiencia?
–Muy interesante. Más cuando trabajás con alguien que hizo historia en el cine. Por momentos me daba cuenta que al mismo tipo que le decía Oliver, era Oliver Stone. Son situaciones especiales. Lo bueno es saber que quedó contento con mi trabajo.
–En Amanecer, además de actuar, compuso un tema para la banda de sonido. ¿Cómo fue escucharse por la pantalla grande?
–Muy lindo. Disfruto mucho de cantar. En las películas sólo un porcentaje es mío. En cambio, en la música, todo depende de mí. Tengo ganas de dedicar todo a la música.
–¿Cómo es su vida en Los Ángeles mientras no trabaja?
–Siempre hay algo para hacer. Hago mucho surf, camino. Vivo en el bosque, rodeada de árboles. Compongo, toco la guitarra. Ahora estoy leyendo La promesa, de Silvina Ocampo, un libro para recomendar. Mis días varían mucho.
–¿Cómo analiza el humor social en Estados Unidos, luego de la recesión?
–La recesión se siente, pero creo que la gente la está tomando bien a nivel humor y conciencia social. De alguna manera, como nos pasó en Argentina, cada vez que hay un reajuste suceden cosas buenas. La comunidad se expresa y eso siempre es importante. Hace mucho que no había una movida tan fuerte. Se está revolucionando todo sin importar la nomenclatura de las sociedades. Ahora hay una movida apolitizada. Y somos voceros de lo que necesitamos.
–En California, el trato hacia los latinos está siempre en las noticias debido a la cercanía con México. ¿Le tocó vivir algún mal momento?
–No, siempre trabajé y pagué mis impuestos. Y acá, si pagás los impuestos no te molestan. Es como si fuera lo único que importa. Hay un problema y una injusticia hacia los inmigrantes. Todos esperamos que Obama cambie algunas legislaciones para ayudar a los inmigrantes latinos. Pero es muy difícil con un Senado republicano.
–En estos años le tocó vivir bajo el gobierno de republicanos y demócratas. ¿Notó la diferencia?
–Por completo. Llegué cuando estaba Clinton, y luego vino Bush, con lo que eso significó. Hubo muchos cambios, pero sobre todo demasiados momentos complicados.
–¿Tiene intención de volver a radicarse en el país?
–Me encantaría poder pasar largas temporadas en Buenos Aires. No sé si me imagino viviendo en una ciudad toda la vida. Acá estoy cómoda. Llevando una vida en la naturaleza. Pero me cuesta estar quieta. Soy medio gitana y seguramente seguiré en movimiento
via elleonylaoveja | DT
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